Desde unos pasos adelante en un espacio quizá demasiado despojado, Irene Goldszer presenta una historia enhebrada con canciones y textos, una historia que parece armada de lo que queda de una relación, y las preguntas que se formulan y los vacíos que nos quedan y los fantasmas que inventamos.
Irene interpela con su mirada mientras canta, como preguntando si es claro lo que quiere expresar. Genera una fuerte energía que mantiene conectados a los espectadores. Casi una maestra aplicada pero en una versión rock, confiesa hubiera querido ser rocker pero “no le sale”. Irene canta, recita y actúa sin sonido de por medio, casi sin puesta de luces, manejando desde su propio aire los matices y desde la mirada, el brillo. Investiga mientras tanto en sí misma y en los demás lo musical de manera teatral.
Una muy buena cantante además de excelente actriz. Los textos, muy interesantes, construidos desde palabras simples, cotidianas, con imágenes casi ingenuas, están repletos en contraposición de fuertes y densos contenidos
María Inés Senabre